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Realmente, no sé si soy el único y no debo serlo, pero la vida ahora se siente tan surreal. De pronto te ves buscando desesperadamente, soluciones para un futuro incierto e inestable que finalmente te lleva a caer en un loop existencial de angustia y dolor.

No solo debemos lidiar con el potencial peligro del contagio de un nuevo virus, debemos lidiar con el aislamiento físico, somos animales sociales antes que culturales, -ante todo-, es parte de nuestros axiomas más profundos, y la inseguridad de esta nueva narrativa simplemente causa una falla en el sistema. Y habremos personas que en mayor o menor medida seremos o no capaces de lidiar con este nuevo escenario.

Imagino que en mi intento de entender ese escenario debo precisar la realidad como algo experimentado de acuerdo a las narrativas que vamos creando de nosotros mismos, pero la realidad pesa, es caótica y llena de contradicción y esto crea una natural resistencia, el narrador es incapaz de procesar todos los acontecimientos a su alrededor.

A esto sumémosle la digitalización de la interacción lo cual trae problemas más complejos, y así surge el modo de falsificar una realidad a través de nuestros teléfonos, ¿Han leído en redes los enunciados como “Si piensas de tal o cual manera AUTOELIMÍNATE”?  o el clásico “yo pongo en mi muro lo que me dé la gana” que en términos superficiales puede tener su lógica, pero así mismo nos lleva a querer inventar narrativas siempre positivas sin ninguna clase de resistencia es como querer doblar la realidad a nuestros gustos.

¡Entonces llega un problema real, una pandemia!  lo que rompe cualquier narrativa auto creada, el sufrimiento, la desesperanza, la soledad, son reales y nos golpean en la cara para despertar en un mundo sombrío y caótico. Caemos en la cuenta que no hemos tenido el control de la realidad, de hecho, nos percatamos que no teníamos el control de nada, nuestra fragilidad y el miedo se sienten en los huesos y en cada centímetro del cuerpo.

La realidad es una experiencia que se vive de instantes caóticos y contradictorios, –creo que lo he mencionado antes-, que la vida es sustancialmente hecha de sufrimiento (caos) no existe otra manera de vivir, si quieres conocerte y saber más de ti, vas a tener que sufrir al momento de darte cuenta lo débil y odioso que puedes ser, darte cuenta el niño mimado que eres, ¡eso duele!

Así mismo el aprender algo trae su sufrimiento, por ello el discutir con alguien que no piense como uno, puede hacerte grande, pero ese camino asimismo es lleno de piedras, hasta que entiendas que esa confrontación trae consigo sus frutos, pero solo son para el que esté dispuesto a recogerlos y esto es sabiendo escuchar.

Dicho de otro modo, en ese viaje reconfiguras la narrativa ajustas el lente y te enfrentas a lo nuevo, reinventas las formas de ser y estar, ahora la vida no está llena de positivismos baratos, la vida es una completa entropía, todos los días lidiamos con el caos y el equilibrio unos más que otros. Mis sospechas pueden ir entorno a qué tan configurado tengas el lente para enfocar esa realidad, parece que el mundo como lo conocíamos murió, literalmente podríamos estar viviendo el fin del mundo y algunos ni siquiera han caído en cuenta.

Heidegger dice: “la mirada de largo alcance (…) es siempre aquella en la que el impulso hacia el objeto queda detenido y sujeto a la reflexión”.

 Al menos hablando en términos económicos el nuevo mundo será totalmente distinto, entonces la pregunta sería: ¿seguiremos viviendo de la misma manera en que lo hacíamos antes, sumidos en nuestras burdas y superficiales narrativas digitales?

No todos tenemos las mismas circunstancias privilegiadas, muchos no pueden quedarse encerrados a esperar a que el hambre llegue, o porque su pequeña madriguera no tiene aire acondicionado y deberán salir a respirar.

Es fácil caer en la crítica de superioridad, ese maravilloso estímulo que recibimos, aquella “Gloria Moral “que proviene de ser el castigador, -como la llama Steven Pinker- aquella crítica algo de razón podrá tener, pero no siempre será justa.

Un mundo hiperconectado no necesariamente puede ser bueno, hemos diluido el espacio / tiempo, creemos que el aislamiento obligatorio es terrible pero no hemos caído en cuenta que ya vivíamos así y el resultado es la explosión de distintas formas de narcicismo y acentuado diversos trastornos mentales.

Hemos creado una identidad atomizada como bien lo explica Byung Chul Han la cual produce una incapacidad de síntesis narrativa, los verdaderos vínculos no se miden con likes o engagement. La paradoja de todo esto es que la hiperconectividad hace que el aislamiento sea más llevable definitivamente, pero ¿será que la digitalización de la realidad es el sedante auto prescrito que nos mantendrá cuerdos mientras el mundo termina? o ¿será que por otro lado la contemplación y el silencio nos harán mejores personas para enfrentarnos al nuevo mundo?.

Desde el encierro.

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